lunes, 20 de septiembre de 2010

Entrada 3 Regalos de Amalur

Como os dije, el finde me fui para Canela. Un pueblecito en la sierra, de los pocos lugares de brasil donde nieva. Si esque tengo un ojo...Por suerte este finde no tocaba.
La historia empezó regular, tirando a mal. Llegue al pueblo a las 3 de la tarde y sin comer, los parques ecologicos que quería visitar cerraban a las cinco y estaban a media hora de taxi... El pueblo ofreciá poco, e sun parque de atracciónes para güiris: que si el museo del chocolate, que si el de la cerveza, el de las velas, el de papa noel...un bodrio. Dicen que se parece a europa, pero se parece a europa lo que port aventura a Polynesia. Lo mejor era una iglesia moderna bastante lograda en cuanto al espacio y el diseño pero como no soy ni creyente ni arqitecto, aquello no paso de: "muy bonita"
El caso es que yo iba con mucho animo y no iba a dejar que aquello se viniera abajo... Eché a andar por el primer camino que salía del pueblo y me meti por un sendero del bosque, un bosque densisimo no como los que esto acostumbrado. Segui el sendero hasta que desaparecía y como tampoco era cuestión de arriesgar me sente alli. A disfrutar de la tranquilidad que me envolvia, nadie sabía donde estaba, nada andaba cerca y nada pasaba... De repente, la calma fue rota por un zumbido, pensamiento de Eneko " mierda una abeja gigante asesina brasileña a la que seguro soy alergico" Suena exagera pero joder como zumbaba... Era un colibri de garganta blanca!!!! a tres metros de mi... increible, revoloteó por ahi hasta que se percató de que estaba yo, luego de alegrarme el día se piró.

El sabado me levanté tempranito. Fui al parque del Caracol a ver la cascada de mismo nombre. Tienen una escalera que baja hasta la base, 751 escalones de bajada, de subida... alguno mas, lo juro. Como llegue de los primeros al parque, cuando baje no había nadie y el momento también estuvo lleno de paz y calma. Imaginar como fue que por la noche soñé con nubes que descargaban agua como si fueran cascadas.
Luego vino la subida... se me quedaron las piernas como jamones, pero jamones de york.

Aqui era puente y el parque se llenó de domingueros, parejitas de la mano: "cariño mira que foto mas bonita, ponte y sonrie", familias: " Niño me cagún la puta de oros deja de arrancar plantas" y cosas por el estilo pero en portugues. El parque era precioso pero los güiris me espantaban los pajaritos y me hacian sentirme intruso. Me fui del parque sin poder ver macacos ni tucanes...pero no aguantaba mas entre domingueros.

Como quedaba tiempo hasta que llegase el bus dije " voy a darme una vuelta por el otro parque que esta aqui alado " Aqui a lado, resulto ser 7 kms al sol con un sorbito de agua y un minibocadillo de jamon york. Evidentemente perdí el bus, llegue al parque reventao. Menos mal que una señora me vendio una botella de agua por el camino (en realidad no le pague pero bueno...lo siento señora esperemos que el karma me perdone) El lugar se llama parque de la Herradura. Porque es un gran valle que da a un meandro del rió con forma de herradura, precioso (vaaaaaaaaaaaaaaale la próxima excursión me llevo cámara).
Mientras paseaba hacia un mirador escuche a un dominguero: "eh, un macaco" Fui corriendo hacia allí pensando, mierda el tipo este lo espanto y si, lo espanto. Pero me quedé alli, ya no volvía sin verlos.
El caso es que al fondo, en el único árbol que sobresalía del techo del bosque, colgado de la ladera, a unos 300 metros del suelo, había dos preciosos monos. Parecía estar en su mirador particular del valle, iban y venian sobre las ramas paseando, comían se colgaban... Para rematar el encuentro, al rato apareció el que habían espantado, era una madre con tres crías dos creciditas y una sobre la espalda. Las vi saltar de un lado al otro y cuando desaparecieron en la espesura, me volvi a la ciudad.

No pensaba volver a caminar, estaba reventao. paré al priemr coche que vi que marchaba y le pedi porfi porfa porfavor que me acercasen. Resultó ser una pareja con una niña pequeña y se portaron bien. Me dejaron cerquita del albergue. El resto del día me dedique a descansar y disfrutar de lo vivido.

Ahi queda eso, un beso.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Entrada 1 La galera

Expedició Brasil llamado a Espania. Expedición Brasil llamando  Espania, Me reciben?

Cesó la lluvia... Por fin, con que salga el sol me cambia el humor. Tener que estar encerrado en casa estando en Brasil me corroe.
Pero bueno... el caso es que ya volvi al campo, a un pantano. Barro hasta la rodilla chavales, un carco como Fustiñana de grande. Por fin, mi profesora parece que me va a dar una parte de un proyecto para que desarrolle yo... Me siento cientifico jaja. Aqui, desde el primer año te apadrina un profesor y empeizas a hacer trabajos... con pocos medios pero a hacer trabajos. Y los profesores te tratan como un cientifico novato, no como un devorador de apuntes.

Por otro lado...este finde me voy a canela, un pueblito con una catarta de 150 metros. Dan lluvia, pero me da igual. prefiero que me llueva enfrente de una cascada que en este puto cuchitril de piso que tenemos. Que si no fuera gratis lo quemaba jeje. Pero bueno, es gratis y mejor que gastarme doscientos pavos al mes esta.

Cosas que he ido viendo:  Aqui en los restaurantes la comida va al peso, sale baratiiiiiiiiiisimo, te hinchas por dos duros.
Las tuberias se atascan si echas el papel a la taza, eso lo descubri por experimentacion propia, no pregunteis.
Aqui la humedad relativa, no es relativa. ESTO ES HUMEDO Y PUNTO. Para que os hagais una idea, si queremos secar rapido los gayumbos hay que colgarlos en el radiador de la nevera.
Los basureros son atletas, corren detrás del camión echando bolsas adentro, porque no hay contenedores. De verdad, son atletas, están cuadrados.
Y... ya se me iran ocurriendo mas cosas...

La gente. Os hablaré de algunas de las personas que me rodean.

- Marcelo: Es el primer tipo que me acogio, un buenazo que me audó en todo lo que necesité. Estuvo en España asi que los priemros dias me sirvió de traductor también. Juego con el al ajedrez y tomo mate. la verdad que a él a su novia (Rita, medio urugaya) y  Filip, su compañero de piso, les debo que los primeros dias no me cogiera un avión y me volviese pa casa. Me acogieron.

-Fabio y Sebastian: Mis dos compas de piso, con diseñadores gráficos colombianos. Tan tol dia hablando de cosas que no entiendo sobre ordenadores. Son bastante buena gente y me gusta mucho hablar con ellos sobre su tierra. Me aclaran muchas cosas por tener información de primera mano. Lo que mas claro me ha quedao es que si los políticos de por si son unos hijos de puta, los de colombia mas.

-Profesora ana: Es la profesora que me orienta. Es genial, según me cuentan, llegó a la uni y abrió su departamento a los alumnos y profesores pa tomar el cafe. Para que se reunana e interaccionen fuera del aula. Y eso es...lo más. Te hace sentirte parte de la unviersidad (aunque sea una uni cutre) no un cliente de una empresa.

-Jefferson: Un ornitologo que tiene mi edad pero sabe miles de veces mas. Como os dije, el primer año que entró empezo a hacer estudios, asi que ya tiene varias cosas publicadas. Él, también me acogió, me enseña cosas de pájaros y me motiva para que hag algún estudio por mi cuenta antes de irme.

-Pablo: Un mochilero que me invita a irme con el de viaje, el finde que viene probablemente me vaya a uruguay

-Maraisa: Mi compañera de grupo en el proyecto. Una chica bastante timida pero que también me está ayudando mucho en cuanto a las cosas de la uni.


Y de momento esto es t esto es to esto es tooooodo amigos

lunes, 13 de septiembre de 2010

Cuentacuentos

Esto e sun pedazo de un cuento que estoy escribiendo. Espero que os guste y que os deje con las ganas, ire colgando el resto.
Por los brasiles.... sigue lloviendo tipo monzon, en una semana he visto caer mas agua que en un año en mi pueblo.


La niña miraba al hombre orquesta en medio de la plaza adoquinada. Observaba de pié sobre un banco de piedra, a la sombra de un gran olmo. Un tumulto de niños lo rodeaban y él entremezclaba sus canciones con cuentos o chanzas.


- Terebin tereban era hijo de Turubin Tereban. Y este de Tarabin Tereban. Y este de Torobon Tereban y este…

- ¡Tiribin Tereban ¡ - Contesto la marabunta infantil entre gritos y alborotos.

- Muy bien chicos. –Y comenzó a tocar una nueva canción.

Era increíble el número de instrumentos que tocaba al mismo tiempo. Llevaba un bombo a la espalda y unos platillos sobre la cabeza. Pero lo más increíble eran la cantidad de tubos que rodeaban su cuerpo, cada uno terminaba en un instrumento de viento diferente. Clarines, trompetas, flautas y cornetas. Mediante un complejo sistema de manecillas, pulsadores y palancas, conseguía que, soplando en una u otra boquilla, tocando en este o aquel botón, sonase una nota diferente en cada uno. O que unos permanecieran en silencio y otros sonasen, o que todos dieran la misma nota. Además, se atrevía con diversos instrumentos de cuerda, un laúd, un uquelele y un banjo. Sin olvidar que también obtenía sonidos armónicos taconeando sobre planchas de diversos materiales.

No era un hombre orquesta, era una orquesta hombre.

Era alto, sobrepasaba el metro noventa. Muy delgado y desgarbado. Con extremidades alargadas rematadas en pies enormes y dedos infinitos. Su cara era igualmente alargada, llena de líneas rectas. Y salpicada de una barba blanca irrisoria para un hombre de su edad. Pero pese a la inconexión de sus rasgos, no era feo. Más bien, su imagen producía la ternura de un pariente lejano al que hace mucho que no se ve.

Solía acudir gradualmente por el pueblo. Los Domingos, más o menos una vez al mes. Aunque algunas veces pasaban varios meses sin aparecer. Llegaba, tocaba en la plaza durante la mañana. Y después de recoger las ganancias, iba a degustar un exquisito estofado de carnero con col y vino en el mesón de Jacinto el pescador. En la calle de la iglesia esquina con La olivilla. Después se marchaba caminando acompañado de un burrito que transportaba sus bártulos.





La niña lo esperaba desde la última vez. Había conseguido vencer su miedo y hoy, hablaría con él. Esperó a que todos los niños abandonasen la plaza y mientras el hombre orquesta recogía sus instrumentos, se acercó enfundada en su traje de los Domingos.

- Señor hombre orquesta.

- Me llamo Terebin. –Respondió mientras se daba la vuelta para ver a su interlocutora. La vio allí, de pie clavada sobre los adoquines mal colocados. Era una niña guapa y con buena salud. Pese a la humildad del pueblo y la mala cosecha, no le faltaba de comer. Su cuerpo denotaba que le faltaba poco para salir de la infancia pero mucho para alcanzar la madurez. Su larga y lisa melena parecía más bien la de un tigre. Algunos cabellos eran rubios casi blancos, otros castaños y tostados y algunos, negros.

- Señor Terebin.

- Dime niñita.

- Me llamo Icris. Y quiero que me enseñe la Magia.

Una carcajada salió del hombre. Su cuerpo alargado resultaba estrambótico retorciéndose de la risa. Le costó unos segundos recuperar la compostura. Pero la niña apenas parpadeó. Todavía con una sonrisa igual de larga que su cuerpo le dijo:

- Y ¿Que te hace pensar que yo conozco la Magia?

- Porque es usted muy extraño. Llega y se va. Siempre cuenta historias increíbles. Todos en el pueblo piensa que es raro. En el bar se ríen de usted. Las mamás le tienen miedo. Y usted lo sabe. –calló durante un instante- Y le da igual, usted es tonto o mago. –Volvió a callar- Y además, no me creo que toque todos esos instrumentos si no es con magia. Usted conoce la magia. – Añadió apresuradamente y roja de vergüenza, como si aquellas palabras pudiesen herir al músico.

- Jajaja y ¿Para qué quieres que te enseñe la Magia?

- Porque la realidad es aburrida y fácil de adivinar. Yo ya sé que dirá mi papá cuando entra por la puerta. Si sonríe: “Buenos días cariño ¿Qué hay de comer?” si está serio “No me levanto más que para tener disgustos”. Y con eso ya sé si los tomates crecen, si llueve o no, si en el mercado se paga bien o no… Y cuando el maestro abre la boca, adivino de que va a hablar, de cosas que pasaron hace muchos años, de números que no entiende o de la última gamberrada de Vicente. Todo depende de si habla rápido, se traba o grita.

- Jajaja entonces eres muy lista. No necesitas que nadie te enseñe la Magia seguro que tu sola la descubres.

- Ya la he buscado, me fijo mucho en el bosque para ver pasar a los duendes, pero nada. Y también escucho a los jilgueros y a los verdecillos para ver si alguno habla. Y… -No se atrevía a continuar la frase pero las palabras ya se agolpaban en su boca- la última vez que vino usted al pueblo, cuando se marchó, le seguí hasta el molino de la Inés.

- Ya lo sé, y si no viste nada es porque igual no conozco la Magia.

- Si la conoce pero bueno… -Dijo dándose la vuelta vencida y triste.- Si no me quiere enseñar, no pasa nada.

El trotamusico la observó irse apesadumbrada y su tristeza le golpeó en el corazón. Chasqueo la lengua contra el paladar y frunció el ceño antes de hablar.

- Icris, ¿Me prometes que no contarás nada a nadie?

La niña se dio la vuelta rebosante de alegría, sonriendo y dando saltitos.





El hombre alzó en el aire a la niñita y le montó sobre el borriquillo.

- Tú irás sobre Sebastián. Acarícialo de vez en cuando y te tratará bien. Detrás de las orejas.

- ¿Dónde vamos?

- Tendremos que comprar algunas cosas. No creas que se puede ver la Magia así como así. Iremos a ver la buhonero.

- No tengo dinero señor Terebin.

- No te preocupes por eso, tu solo recuerda que no has de contar nada a nadie.

Salieron del pueblo por la cuesta del cementerio. Una ligera pendiente que ascendía a un cerro. En lo alto, un cubo de paredes encaladas guardaba los muertos de la villa. Desconchones en la pintura demostraban el paso del tiempo por el edificio. La luz del medio día devolvía algo de armonía al edificio.

Lo rodearon por la derecha y tomaron un pequeño sendero que se encaminaba hacia el pinar.



- Nunca he venido por aquí.

- Ya lo sé, nadie del pueblo viene por aquí. Solo venimos los tipos raros como yo.

El camino se adentraba en el bosquecillo de pinos bajos. La sombra que proyectaban sobre el suelo estaba salpicada por manchas luminosas. Las provocaban los escasos rayos de sol que conseguían atravesar el techo de acículas.

Se oían de fondo los cantos de diversos pájaros. Sonidos huecos de tórtolas, trinos acelerados de verdecillos y el ruido estridente del arrendajo. Dando aviso a sus compañeros de la llegada de forasteros. Por separado no significaban nada, pero juntos, componían una armoniosa canción.

En este y aquel árbol se veía corretear a las ardillas. Subían y bajaban por los troncos. Se asomaban curiosas para averiguar quiénes eran los recién llegados.

Siguieron la senda, que serpenteaba torciendo a izquierda y derecha. Bajaba una ligera cuesta hasta un arroyo cubierto de plantas acuáticas. Nadaban en aquellas aguas decenas de barbos que festejaban la gran fiesta del desove. Era un agua cristalina, limpia y pura. Como si por aquel cauce corriese el elixir de la vida.

Después remontaba para volver a perderse entre los árboles. Y al fin, allí al fondo, comenzó a entreverse un claro. Y en medio del claro una casita de ladrillo rojo, semiderruida. Inclinada hacia un lado como si los constructores la hubieran levantado ebrios. La hiedra, el musgo y diversos líquenes abarrotaban las paredes. Parecía que el bosque la hubiese aceptado como parte de sí mismo.

Las ventanas se veían desvencijadas, amarradas a los goznes con alambres. En algunas, los huecos dejados por los cristales rotos estaban sustituidos por tablas.

En la puerta de doble hoja, había una gran piedra rectangular que hacía las veces de banco. Y sobre ella, un hombre. Era bajo y regordete, la viva imagen de un botijo. Su cara era redonda y estaba curtida por la edad, los años habían dejado su firma en forma de arrugas. Su piel tenía un color tostado y casi metálico, como el bronce. Tenía un poblado mostacho gris que le daba cierto aire respetable. Le confería el aspecto de un abuelo bonachón y entrañable.

Su indumentaria estaba sucia y vieja. Una chaqueta de fieltro negra, con los hombros nevados por la caspa. Pantalones de pana y un jersey gris de lana. Se tocaba la cabeza con una boina negra, raída y encajada a fondo.

El señor se levantó y forzando los ojos como hacen los miopes, miro a los visitantes.



- ¡Fabio! – Grito el hombre orquesta.

- ¿Terebin? ¡Benditos los ojos! – La comitiva se acercaba a la casa mientras el tal Fabio los esperaba sonriendo y con los brazos abiertos.

Ambos hombres se abrazaron efusivamente. Un reencuentro de dos viejos amigos.





Dentro de la casa olía a humo, la desvencijada chimenea no conseguía expulsar todo el que producía el hogar. Había sobre el fuego una tetera y junto a las brasas, se cocinaban lentamente brochetas de verduras y tocino.

Apenas entraba luz en la estancia de techo bajo. La poca que alcanzaba el interior, mezclada con la que provenía de las llamas, confería a la habitación un ambiente cálido y acogedor.

Las paredes se encontraban llenas de utensilios. Sartenes, cuchillos, cacerolas. Una escopeta, una vieja hoz y decenas de herramientas más, colgaban de clavos oxidados.



El viejecillo cortaba una hogaza de pan sobre la mesa. Y los dos invitados estaban sentados alrededor sobre sillas que no hacían juego.

- Y dime Sr. De Tereban. ¿Qué le trae por aquí? Y ¿Quién es esa mozita que te acompaña?

- Tengo que comprarte algunas cosas, esta niña quiere ver la Magia.

- Vaya… ¿Y lo saben los -------¿ No creo que les agrade que vayas rompiendo el Velo tan a la ligera.

- No, no lo saben y espero que siga así. ¿Podemos hablar de negocios?

- Tranquilo, no diré nada pero ándate con ojo. Bajemos al almacén y allí me dices lo que necesitas.

Se levantó despacio, resentido por los achaques de la edad. Se acercó hasta el fuego y tomó una de las brochetas. Mientras la masticaba caminó por la habitación. Se paró justo en el centro y tiró de una argolla medio escondida en el suelo. Allí aparecieron unas escaleras.



Los tres bajaron a tientas por el estrecho y largo pasillo. Pero al llegar al último escalón Fabio gritó.



- ¡A trabajar! Aquí no se ve ni la punta de la nariz.



Millones de luciérnagas comenzaron a revolotear encendiendo sus luminosos abdómenes. Poco a poco la oscuridad desapareció. Y ante ellos apareció una gran estancia llena de estanterías repletas de objetos, cajas y botellas.

En el techo abovedado se veían las raíces los árboles del bosque. Hacían las funciones de vigas de carga. El zumbido de las luciérnagas resonaba en las paredes produciendo un sonido casi mecánico.

Icris miraba boquiabierta a uno y otro lado, sorprendida por los insectos, por la amplitud del almacén y por los cientos de cachivaches que allí se guardaban.



- Entonces, ¿Qué quieres comprar?

- Necesito alas de hada, ojos de lechuza, polvos Lengua de roca y dos viales del silencio. También me llevare una caja de galletas de mil sabores, empanada de flores y una botella de hidromiel.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Entrada 0 El colibri

Hola mu güenas. ¿Como están ustedeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeees?

Yo por aqui ya llevo un mes. Me parece que llegue ayer y al mismo tiempo que me marche hace mucho.
Los comienzos están siendo duros pero ya vamos "saliendo al orillo" como se dice en mi pueblo. Los primeros días fueron los peores, vivía solo en un piso inmundo donde un día se rompía la persiana, otro la cama y al final se atascaba el baño. Para colmo el complejo residencial Village (Asi se llama) está en una de las mejores zonas de la ciudad, por un lado vistas al pantano y por el otro la favela. Pero estaba con animo, asi que la primera noche me fui a cenar a casa de la chica del departamento  internacional.  Asi es... lo primero que hice fue emborracharme. Y lo segundo...ver un colibri!!!

Los siguientes días los pase con Marcelo y sus compañeros de piso, unos chicos que están en el programa de Amigo Universitario, para acoger a descarriaos como yo. Tomando mate y chapurreando portugues.
Pasaba las horas leyendo para no pensar demasiado y aun asi, al meterme en la cama, me comían las paredes.

Luego llego el momento de ir a la uni... A ver si me agencio una cámara y la fotografio. Barracones, son barracones... en vez de matricula te tatuan un número en el brazo y te dan una estrella de David de tela.

Con los días la cosa fue mejorando pero muy despacio... Primero llegaron los Machupichus, dos colombianos la ostia de majos. Fabio y Sebastian. Les llamo machupichus porque un dia les conté lo de Aida y se estallaban de risa a al vez que decian "hijoeputas malparios españoles".

Otra mejora fue conocer a los profesores y conseguir seleccionar las matriculas. Método de selección? La que mas salidas de campo tenga. Los profesores son como "compañeros" con mas experiencia. Consegui colarme en el departamento de ecología y colaborar en los proyectos. Ayer por fin, sali al campo... y vi pajaros a dolor. Y árboles raros y plantas buffffffffffffff el mejor día desde que llegue.

Hoy volvió el bajón...no fui a una fiesta anoche para salir con un compa a ver pájaros y amaneció lloviendo. En fin, seguiremos teniendo paciencia.


Salud